Anagnórisis en Edipo y Raskólnikov

02.06.2024

Edipo rey de Sófocles y Crimen y castigo de Dostoievski


Aristóteles, en su Poética, divide a las fábulas en dos tipos: simples y complejas. Así lo leemos: "Llamo simple a la acción que es […] coherente y una sola, y cuyo cambio de fortuna se produce sin peripecia ni reconocimiento, y compleja a aquella cuyo cambio de fortuna se produce con reconocimiento o peripecia o ambas cosas". Y, para ejemplificar ambos conceptos (reconocimiento, en griego anagnórisis, y peripecia), escribe precisamente sobre Edipo rey. En esta obra hallamos peripecia en tanto que la acción toma en un punto de la historia un giro en sentido contrario: un mensajero llega a Tebas y anuncia a Edipo que es heredero del trono de su padre recientemente fallecido, además, lo tranquiliza al confesarle que él no es hijo biológico de los reyes de Corinto, por lo que no debe temer a la profecía funesta. Empero, lo que para el mensajero era una buena noticia acaba siendo el inicio del descubrimiento de la verdad, creando un giro en la trama. El reconocimiento es el "cambio de la ignorancia al conocimiento", como le sucede a Edipo al conocer su identidad. Aristóteles sostiene que la anagnórisis más bella es la que se da conjuntamente con la peripecia, como observamos en Edipo rey, pues el cambio de la trama coincide con el descubrimiento del origen de Edipo. Esta tragedia es admirada por el filósofo, pues posee numerosas virtudes, como la suscitación de piedad o el componente del "acontecimiento patético", esto es, un final que contiene "dolores vivísimos".

La obstinación por querer conocer la verdad y el sufrimiento ante su reconocimiento lo leemos también en Crimen y castigo. Edipo, en su ingenuidad, se empeña en querer conocer la verdad para traer la paz a Tebas y, a pesar de que todos a su alrededor le exhortan a parar, él decide continuar hasta el final, descubriendo su origen. Simbólicamente Edipo se arranca los ojos: él, que tanto había luchado por salir de su ignorancia, inmediatamente se ciega y se tapa los oídos, como vía de escape o acaso para vengarse de sí mismo. Esta semilla la recoge Dostoievski y resignifica el tópico; también Raskólnikov emprende una lucha consigo mismo hasta llegar a la fatalidad de su reconocimiento: no es lo que él creía, lo que él esperaba, solo es un ser humano sometido. Ambos se topan con la verdad de su identidad, ambos quedan atormentados. Ninguno ha podido huir de su destino.

    Edipo rey es considerada la primera obra policíaca de la literatura. No nos despista la amalgama de policías y jueces que Dostoievski deposita en su obra, pues el mayor juez de Raskólnikov es él mismo, así como el juez y rey Edipo seguía sus propias pistas, todas ellas huellas sinceras de una verdad insoslayable. Pero tanto Dostoievski como Sófocles otorgan una redención a sus criaturas. Por una parte, en Edipo en Colono, extensión de Edipo rey, Sófocles narra el final de Edipo: "Ese hombre […] ha de ser admirado, si hay entre los mortales alguien digno de admiración. Y si os parece que no hablo cuerdamente, no estoy dispuesto a satisfacer a quienes me crean falto de sentido". En esta obra Sófocles justifica a Edipo: es culpable en tanto que ha cometido un crimen y ha ido en contra de los dioses, aunque haya sido involuntariamente, desde la ignorancia, pero Edipo no es un ser vil y su benevolencia se ve recompensada con los honores de su muerte. Lo mismo ocurre con Raskólnikov. Si somos perspicaces, nos damos cuenta de que ambos autores crean un espacio y un tiempo imprescindibles tras el reconocimiento, espacio en el que los protagonistas se purifican antes de ofrecer el final. Así como Edipo no muere inmediatamente después de conocer la verdad, tampoco acaba la vida de Raskólnikov tras confesar su crimen. Así es, finalmente Raskólnikov confiesa su crimen, en parte instado por otros personajes. Dostoievski es también claro: su protagonista no es un ser malévolo, antes al contrario, pero un pensamiento narcisista le ha hecho creer que no posee ningún tipo de ataduras o límites, y esa falta de fe en la ley, en la moral, en Dios, ha sido su perdición. La única manera de desprenderse del gran peso que carga es la aceptación. Así como Edipo acepta la verdad y se exilia, Raskólnikov acepta su posición en el mundo, comprende que está supeditado a una serie de fuerzas mayores y más poderosas que él. De ahí la importancia fundamental de ese espacio creado por la enorme lucidez de sus autores. 

    Para Sófocles y Dostoievski, ni Edipo ni Raskólnikov acaban cuando se da el reconocimiento. Pero Dostoievski va un paso más allá de Sófocles: tras el espacio no viene la muerte, sino que acaba con el surgimiento de una nueva vida dentro de la vida o, si se prefiere, dentro del mundo terrenal. Y es que para el autor ruso el nihilismo es la perdición de los hombres, es lo que ha causado el estado de Raskólnikov. Por ello en su obra hallamos dos tipos de libertad: una que obedece a la condición humana, a la verdad, a los demás, a la realidad, a la responsabilidad, a la aceptación de los límites, y otra que pretende transgredirlo todo, que juega a ser Dios. Y así concluye Dostoievski Crimen y castigo, con el aprendizaje por parte de Raskólnikov de que la libertad, si cabe pensarse, es otra cosa, es precisamente la insatisfacción derrotada ante el que sabe, sí, Raskólnikov ya sabe, que solo queda aceptar el ser y estar con el que naces en este mundo, no perder la fe, pero, sobre todo, no dejar de amar. Y aceptación no debe confundirse con resignación: Dostoievski propone una vía ante lo que no podemos cambiar, ante la insatisfacción de la condición humana, pero no por ello deja de presentar una crítica social intensa a todos los niveles.

    El estilo de ambos es bien distinto, como es obvio. Sófocles empleará un lenguaje elevado y sobrio para presentar las circunstancias de un personaje aristocrático, siguiendo los preceptos de su tiempo, así como el recurso in media res, mientras que Dostoievski dará una vuelta a la tuerca y rescatará a una figura marginal de la sociedad, dándole vida a través de un lenguaje acelerado, confuso, sofocante, ansioso, un lenguaje, en definitiva, que por su propia naturaleza hace más significativo el estado de Raskólnikov. En ambas obras el protagonista toma la palabra (palabra de tipo dialógico), pero en la rusa actúan distintos estilos, como el indirecto libre que combina la voz del narrador con la del protagonista, entre otros. El objetivo de ambos autores es en el fondo el mismo: mostrar las consecuencias que implica ir en contra de la ley divina. Además, no solo ella no se puede eludir, pues la ley civil es también inquebrantable y ambos se exilian, uno a Colono, otro a Siberia. Los personajes secundarios de ambas obras ayudan a propiciar el reconocimiento, aunque en el caso de la novela rusa cada personaje secundario cuenta a su vez con su propio sistema independiente, por lo que Dostoievski configura un mundo más complejo y polifónico, jugando con la focalización.

    En conclusión, queda clara la condición de hermandad que mantienen entre sí estos dos gigantes de la literatura universal. La anagnórisis es el eje principal de ambas obras: antes de ella se sitúa la ignorancia y después de ella la verdad, verdad sufrida y dolorosa. Sófocles abre el camino del conflicto de la identidad y todo su potencial literario, siendo retomado y resignificado en el pasar del tiempo y sus circunstancias, como hemos podido apreciar en una de las obras cumbre de Dostoievski.

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